¿Qué hace que algo nos dé asco?
Parece ser que la repulsión hacia determinadas sustancias, alimentos y seres se debe a un instintivo mecanismo de defensa que ha integrado esta reacción en nuestro sistema nervioso: aquello que generalmente nos provoca naúseas es a menudo nocivo para la salud o nuestra integridad física. El asco nos permite así evitar sustancias nocivas y en algunos casos (cuando se provocan vómitos tras ingerirlas) expulsarlas rapidamente.
Un alimento en mal estado nos produce asco, una rata o insecto (frecuentes transmisores de enfermedades) nos produce rechazo, evitamos algo o a alguien muy sucio por el mismo motivo… Es por ello que el asco es, en realidad y pese a ser a veces bastante incómodo, una reacción a menudo beneficiosa.
¿Por qué si es un mecanismo de defensa un vaso de veneno, la oscuridad o un tigre, por ejemplo, no nos provocan «asco»?
El asco se limita a elementos que no supondrían en sí mismos una amenaza evidente, un tigre es logicamente peligroso, pero en este caso la reacción enviada por el sistema nervioso es simplemente miedo, que es bastante más efectivo que ponerse a vomitar o a sentir naúseas creo yo.
Existen además elementos perjudiciales que no nos provocan rechazo como gases, tóxicos químicos, etc; y es que, frente a elementos creados o extraidos por el hombre, estamos indefensos. Un dramático ejemplo de ésto serían los cientos de muertos de hace unos años por exposición al amonio y un caso también bastante peculiar y dramático en ocasiones es la «radioactividad».
Radioactividad
La Polaca Marie Curie (única ganadora de dos premios Nobel -física y química-) descubrió junto a su marido que determinados tipos de piedras desprendían sin disminuir aparentemente su masa cantidades extraordinarias y constantes de energía. Llamó a este fenomeno «radioactividad» (tras Einstein se encontraria la explicación al fenómeno: se transformaba masa en energía con una eficacia extraordinaria) y descubrió durante el trascurso de estos trabajos dos nuevos elementos: Polonio y Radio. La «radioactividad», fuente extraordinaria de energía, se consideraba entonces casi algo «milagroso» y se incluían elementos radioactivos en elementos como la pasta de dientes o el agua.
Hasta bastantes años después no se descubrieron las terribles consecuencias de la exposición a elementos radiactivos pero tanto Pierre Curie como Marie Curie sufrieron sus trágicas consecuencias, radiopatía, y a día de hoy hasta los libros y cuadernos de Madame Curie, que murio de leucemia, tienen que estar protegidos en cajas de plomo (aún son demasiado peligrosos por su contaminación radioactiva, que aún perdura) y no pueden usarse normalmente.