Dicen que fue el sabio Rey Alfonso X el que, a causa de una enfermedad que le obligaba a tomar pequeños bocados entre horas, con pequeños sorbos de vino, instauró en España la costumbre de tomar el aperitivo. Y es que, una vez repuesto, dispuso que en los mesones de Castilla no se despachara vino si no era acompañado de algo de comida.
Nacieron así las “tapas”, cuyo nombre se remonta a esta época, y se origina por el vaso o jarra de vino que se servía “tapado” con una loncha de jamón, fiambre o queso, y que cumplía una doble finalidad: evitar que cayeran impurezas o insectos en el vino y facilitar al cliente “empapar” el alcohol con un alimento sólido.
En nuestros días, la tapa y el aperitivo siguen siendo una tradición muy arraigada que se ha convertido en todo un arte, y que incluso el resto de países están comenzando a imitar.